"Y todo empezó, quizá, con el sueño:
Vestía de rojo. No se veía la ropa, pero lo sabía.
Tenía que llevar las planchas de plata al cuarto oscuro antes de que se hiciera de día. Su cargamento era muy valioso. Valioso como la realidad.
Al ser un sueño, la mirada no medía bien las distancias, y su seguridad se desplomó al vislumbrar en el horizonte un primer malva.
Se asustó muchísimo, en el sueño su supervivencia dependía estrictamente de llegar a tiempo al cuarto oscuro. Corría, y el agua que le llegaba a los tobillos y que abarcaba toda la escena saltaba en estallidos, empapándole en un baño cálido.
Y corría más y salpicaba y le pareció ver una vena naranja erizarse bajo el malva.
Perdió el aliento y resbaló, pero no oyó ningún chapoteo porque ya estaba a gatas, observando horrorizado las planchas que flotaban esparcidas a su alrededor.
Ese líquido tenía un sabor fuertísimo. El cielo ya no era negro. Ante él, las planchas empezaron a revelarse, y a mostrar curvas que se alargaban y que cruzaban otras líneas. Formas que se llenaban de colores y que recordaba por momentos.
En una foto se reconoció a sí mismo en un tobogán. Su madre tendía los brazos abarcando la trayectoria de su caída. Sonreía a la cámara. Y ahora le sonreía a él.
Confuso dirigió la mirada hacia la siguiente plancha y se sorprendió soplando las velas de su décimo cumpleaños. Y en la siguiente abrazando a su primer amor en un recuerdo que prometió no olvidar, en una playa que se difuminaba.
Entonces se percató de que las primeras luces iban velando las imágenes al tiempo que éstas se materializaban en el sulfuro de plata.
Se apresuró a reconocer cada fotografía de su vida que acababa ahora, ya que el amanecer le había descubierto y ganado la partida.
Entendió que todas las imágenes seguían un orden, desde el tobogán, pasando por su boda, hasta llegar a las últimas en que aparecía corriendo por un charco inabarcable de líquido revelador.
Se vio entonces a sí mismo deshaciéndose en la penúltima instantánea, devolviéndose una mirada borrosa y horrorizada.
Al lado de lo que ya era una lámina en blanco, cuando el amanecer al fin reclamaba lo que exigió desde un principio el sueño, la última plancha restaba boca abajo. Era la única que había caído de esa manera.
La giró ya casi deshecho y pudo ver el futuro."
miércoles, 19 de diciembre de 2007
Cuentos de la Caja de Galletas
Publicado por
El Samurái Entiende
Etiquetas:
Cuarto Oscuro,
Cuentos de la Caja de Galletas,
Filosofía muy gay
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario