miércoles, 26 de diciembre de 2007

Y un cagao patí

Sabes diferente que mi, y encima te explicas mejor.
Cada vez que te rebato, más hundido en la espiral, más difícil de salir, más a huevo para ti.
De mierda hasta el cuello cabe retroceder, y que manera más honrosa que compartiendo lo que más tienes.
Así que, después de dejar un pequeño instante de incerteza vacía, sueltas con elegancia:
"Y un cagao patí"
Y te vas a casa tan ancho y con menos mierda, ...... aunque con mierda.

sábado, 22 de diciembre de 2007

El robo de la Loteria Nacional



La Lotería Nacional (Nación==España - en este caso los nacionalismos son los buenos - ) es la forma
más elegante que tiene el Estado Español de recaudar dinero. Lo que sería una segunda declaración de RENTA
o un impuesto revolucionario.

Paradójicamente la gente no se siente indignada ni enfada con esta recaudación, sino que lo
celebran por todo lo alto. "Que suerte!", dicen, "en Albacete han tocado 100 millones de euros, con la falta que les hace!",
en vez de afrontar la pura realidad: "He pagado 100€ en lotería que se han repartido el Estado y un tío de de Albacete que
seguramente está todo el día holgazaneando en el bar" (eh! de buen rollo con Albacete) .

De todo el circo que se monta en torno a la Lotería de Navidad la realidad (en números) es que el Estado
emite décimos por valor de 3.145 millones de euros y reparte únicamente 2.201 millones. Esto se traduce a que
el Estado se queda con un tercio (1/3) de la recaudación, es decir, unos 1.000 millones de "euritos". Si lo
preferís en tanto por ciento, es un 30%.

En Catalunya, por ejemplo, la gente se ha gastado 475 millones de euros... es decir, hemos pagado 142
millones de euros al Estado, por su cara bonita. Pero que tontos que somos.

Más información aquí: http://navidadlae.terra.es/t_lae/asies/datos.aspx?menu=menu3

¿Cuanto te han quitado a ti este año?

viernes, 21 de diciembre de 2007

Cuentos de la Caja de Galletas



“Visitaba su casa cada noche. Viajaba por cada uno de esos instantes en cada uno de esos lugares donde nadie mira ni ha mirado jamás, hasta que llegaba oculto a su habitación.

Y allí, solos los dos, ella dormida y él absolutamente anónimo. No osaba mirarla.

Pasaba los dedos por el papel de la pared, recontaba sus zapatos, observaba cómo tenía doblada la ropa, comprobaba cuánto quedaba para que acabara su perfume.

Imaginaba sus manos apretando las chinchetas, rompiendo el celo en cada fotografía colgada.

Él no aparecía en ninguna.

Se sentaba en la orilla de la cama y esta noche, de espaldas a ella como siempre, susurraba:

Yo estoy desvelado
y tú duermes el sueño de los justos.

Yo estoy condenado
y tú duermes el sueño de los justos.

Por la mañana
la Tierra me habrá vuelto a dar la espalda
y tú seguirás en el mismo lugar.

En un principio siempre había finalizado con “eso es lo único seguro”. Pero las canciones y los poemas, por alguna nota o estrofa, nunca son del todo verdad.

Se permite esta reflexión y recuerda al Rey Rojo de la Alicia de Carroll, aceptando que todo lo que siente y es pueda ser un sueño que ella tiene justo ahora, y que para cuando despierte muy probablemente deje de ser realidad.

Eso está bien. Y ya amanece.

Una tiza de claridad le alcanza en la mejilla, y murmura algo melódico.

Él responde aún más bajo “Yo también te quiero”.

Como despedida deposita un escalofrío en su nuca que le acompañará mientras desperece.

Y ahora juega al escondite, como cada amanecer.


Ella aún cierra los ojos y parece que contara hasta diez.
Para cuando los abra él ya habrá desaparecido.”



jueves, 20 de diciembre de 2007

Dulce navidad.

Recuerdo que ya de joven para mí la navidad era una época de descubrimiento personal. 

Me viene a la cabeza el primer año en que no acompañé a mis padres y mis vecinos a hacer la ronda navideña y cantar villancicos, en el que decidí quedarme en casa con mi mejor amigo de entonces montando el belén y tocando la zambomba.

¿Qué se habrá hecho de Luís?

 

miércoles, 19 de diciembre de 2007

Cuentos de la Caja de Galletas



"Y todo empezó, quizá, con el sueño:
Vestía de rojo. No se veía la ropa, pero lo sabía.
Tenía que llevar las planchas de plata al cuarto oscuro antes de que se hiciera de día. Su cargamento era muy valioso. Valioso como la realidad.
Al ser un sueño, la mirada no medía bien las distancias, y su seguridad se desplomó al vislumbrar en el horizonte un primer malva.
Se asustó muchísimo, en el sueño su supervivencia dependía estrictamente de llegar a tiempo al cuarto oscuro. Corría, y el agua que le llegaba a los tobillos y que abarcaba toda la escena saltaba en estallidos, empapándole en un baño cálido.
Y corría más y salpicaba y le pareció ver una vena naranja erizarse bajo el malva.
Perdió el aliento y resbaló, pero no oyó ningún chapoteo porque ya estaba a gatas, observando horrorizado las planchas que flotaban esparcidas a su alrededor.
Ese líquido tenía un sabor fuertísimo. El cielo ya no era negro. Ante él, las planchas empezaron a revelarse, y a mostrar curvas que se alargaban y que cruzaban otras líneas. Formas que se llenaban de colores y que recordaba por momentos.
En una foto se reconoció a sí mismo en un tobogán. Su madre tendía los brazos abarcando la trayectoria de su caída. Sonreía a la cámara. Y ahora le sonreía a él.
Confuso dirigió la mirada hacia la siguiente plancha y se sorprendió soplando las velas de su décimo cumpleaños. Y en la siguiente abrazando a su primer amor en un recuerdo que prometió no olvidar, en una playa que se difuminaba.
Entonces se percató de que las primeras luces iban velando las imágenes al tiempo que éstas se materializaban en el sulfuro de plata.
Se apresuró a reconocer cada fotografía de su vida que acababa ahora, ya que el amanecer le había descubierto y ganado la partida.
Entendió que todas las imágenes seguían un orden, desde el tobogán, pasando por su boda, hasta llegar a las últimas en que aparecía corriendo por un charco inabarcable de líquido revelador.
Se vio entonces a sí mismo deshaciéndose en la penúltima instantánea, devolviéndose una mirada borrosa y horrorizada.
Al lado de lo que ya era una lámina en blanco, cuando el amanecer al fin reclamaba lo que exigió desde un principio el sueño, la última plancha restaba boca abajo. Era la única que había caído de esa manera.
La giró ya casi deshecho y pudo ver el futuro."



martes, 18 de diciembre de 2007

Refran

En Boca Cerrada No Entran Moscas, Pero Entran Pollas Como Roscas

lunes, 17 de diciembre de 2007

Cuentos de la Caja de Galletas



Y esta es la última historia que hoy me toca leer. Todos me miran mientras despliego cuidadosamente el papel:


“El niño tenía una asignatura pendiente. Ese verano compró el libro sobre papiroflexia y se fue sin nada más a una isla desierta, empeñado en madurar.

En la roca pelada se percató de que el único papel con el que contaba era el del mismo libro. Calculó que si podía leer la explicación del doblez al tiempo que lo presionaba con los dedos mataría dos pajaritas de un tiro.

De esta manera comenzó el primer día desde la primera esquina de la primera hoja, y tanteando el papel como a ciegas se sorprendió ante un barquito que saltó en su tercera dimensión al quinto doblez. Y pensó:

“Con este barquito hasta podría volver!”

Pero acababa de empezar a crecer. Y vio qué más podría hacer.

La página uno combó y se escondió sobre sí misma dejando a la vista la número dos. Que en un nuevo doblez también se desplegó.
Inclinando la vista, el niño entendió que el principio del libro era en el fondo un avión de los que hace tirabuzón.
Y se dijo:

“Con este avión quizá pudiera regresar”.

Pero aún quedaba papel por doblar. Y aquello no era ya un juego para críos que pudiera abandonar.

Dobló una explicación. Pasó el índice y el pulgar como una cremallera entre capítulos, y al presionar con la yema de los dedos en el vértice que se hundía en el lomo del libro, éste se escarpó y se levantó con un sonido de aleteo hueco.
El hombre vio cómo una blanca casa se alzaba ante él. Y pensó con un tono más grave esta vez:

“Aquí podría quedarme yo a vivir. El papel supera a la piedra en comodidad.”

Mas quería conocer cómo acababa el libro que empezó siendo niño. Y con el que al fin se había hecho a sí mismo.

Unió por los bordes la introducción y el epílogo, y acercando la vista a las letras que iban curvándose a su tacto ejecutó una última maniobra.
Entonces, al soltar el inmediato pliegue vio que sus manos tiraban de su piel, y de sus brazos. Y que por ambos costados salían de su cuerpo decenas de figuras adultas, calcadas a él.
Y ninguna pensó nada.

Y Dios volvió a probar sus nuevas tijeras de punta roma.”



Por fin poesía muy gay

Por fin
(desde cuando)
horadando rincones
asustando poros tiernos
poesía en movimiento
poesía en barra
amor que llena.

Por fin
tu polla.

jueves, 13 de diciembre de 2007

Cuentos de la Caja de Galletas


Despliego el papel. Lo encabezan unos caracteres ilegibles. Comienzo.



“Le regalaron la cartera a los 16 años. Era amarilla y más cara que los muchos libros que pudiera llevar.
Esto fue el sábado.
El lunes no la encontró en ningún sitio. Y después del cursillo se encerró en la biblioteca, retardando su vuelta a casa y su explicación y los gritos que vendrían después.

En un principio pensó que era de su abuelo, o de sus padres. Pero no coincidía con ninguna de las casas o puertas. Estaba mezclada con otras cosas en la maleta que se llevó tras del incendio. Lo había comprobado cien veces e incluso preguntado a conocidos y familiares. Nadie sabía nada acerca de esa llave.
Colgaba de un llavero de oro. De oro auténtico. Y era una buena llave, seguro de una gran puerta. Quizá de alguien que conociera a mamá o papá. Quizá de un amante.
Se habían divorciado hacía poco pero aún vivían juntos. Dios sabe a causa de qué se originó el maldito incendio.

Antes de irse a dormir, cuando él no estaba, escuchaba las olas desde la terraza. Eso hacía.
Llevaba dos años casada y los mismos meses de viduedad. No estaba casada al uso, pero era su hombre. Desde siempre. Mucho más que un amante.
Unas semanas atrás había cogido el teléfono mientras pensaba en él.
Se concentró de esa manera que intenta trascender a uno mismo y llamó al número que sus dedos teclearon en una espiración.
Mantenía los ojos cerrados. Le saltaba el corazón. Tenía que creer.
La voz que respondió era la de un hombre joven, una voz que no olvidaría. Pero no aquella madura y raspada tonadilla.
Tardó un segundo en responder “disculpe” y colgar.
Se hundió en el sillón mientras buscaba el mando de la tele con los dedos.

Los solía escoger al azar.
Estaba inmerso en un libro enorme, al fin ajeno a su cartera amarilla.
El Codex Seraphinianus habría ante él algo hipnóticamente desconocido pero familiar. Una especie de particular mundo encerrado entre páginas esperando a sus ojos para ser recreado. Una posible nueva realidad que él moldearía.
Pasó un nuevo capítulo y encontró un papel plegado, como separando páginas. Lo abrió llevado por la inercia deductiva del Codex y leyó un párrafo en letra tumbada.
Esta biblioteca cuenta con 10.000 volúmenes. Utilizo éste para conocerte. No sé porqué lo has elegido, pero sí porqué has decidido fijarte en este papel. Eres curioso. Si eres lo suficientemente curioso, y tienes la suficiente fe, puedes dejar tu respuesta para conocerme tú a mí. En cualquier otro libro. Y con la esperanza de que yo lo encuentre también por mero azar.
PD: En la penúltima página del Códex está escrito mi número de teléfono. Así sabremos si tienes más fe o curiosidad.

Releyó el papel ahora más lentamente.

Para ellos era un escudo contra las olas. Sus madres no les permitían llevar esa tapa de olla oxidada a casa, así que la dejaban escondida a la salida de la playa, entre unos matorrales donde nadie buscaría su tesoro.
Cada mañana sentían un escalofrío de magia, de confidencia, de mantenerse por encima de la lógica y el destino al reencontrarla intacta en su refugio secreto.
Corrían hacia la orilla y para cuando sus madres colocaban las toallas ellos ya habían soportado el envite de varias olas asesinas.
Y así pasó él tantos veranos con ella hasta que el último se difuminó.

La llave podía abrir una salida a su dolor. Seguro.
Esta cerradura tampoco es.
En ocasiones recordaba cómo empezó todo. La respuesta que buscaba era la de la venganza. Esa llave desconocida para él y su familia bien podía llevar al hogar del amante de papá, o de mamá. Del causante verdadero de que todo se desmoronara.
Esta tampoco es.
Ahora sabe que no es así. Le dejaron tan solo, está tan perdido desde entonces. Sólo necesita que la llave abra una puerta a cualquier sitio. La búsqueda era la mejor evasión de sí mismo.
Seguía forzando la llave en cada casa, en cada edificio que encontrara. Por tiempo que hubiera pasado, por ilógico que pudiera parecer, por lejos que estuviera de su ciudad.
Alguien que conociera a sus padres, tal vez. Que le explicara.
Su padre sonriendo en el quicio de la puerta y el sonido de las zapatillas de mamá acercándose por el pasillo.

Habían pasado casi 30 años desde aquellos veranos. Recordaba la playa.
Su mujer y su hijo estaban con la multitud en la orilla. A él sus pasos le llevaron casi sin darse cuenta al cobertizo de la entrada. Estaba mucho más poblado de hierbas.
Ahora sabía porqué recordaba tan bien ese lugar concreto. Aquella era la playa donde luchaba contra las olas en compañía de ella.
Y a unos 10 metros suyos el escudo esperaba seguro, desafiando toda ley, a su valeroso portador.

Si lees esto y me reconoces sabrás que yo te he leído primero.
He elegido un libro grande que añadieron hace poco para sustituir el Códex que me quedé. Prometo que esa es la única cuerda que te tiendo.
Así que mantengo tu teléfono en la estantería del salón pero no lo miraré.
Mis padres tienen alquilado un apartamento entre el paseo marítimo y el cámping y pasamos aquí todo el verano. Podríamos vernos.
Si me encuentras por dos veces antes.
Confío en ello.
O quizá tenga curiosidad por averiguar si lo consigues.
PD: Y claro que también dejo el teléfono de mi casa en tu penúltima hoja.

Le daba vergüenza decírselo a nadie, pero después de varios meses continuaba llamando cada noche, antes de irse a dormir, a un número al azar.
No lo entenderían. No estaba loca. El destino no era en realidad un extraño para ella.
Más de 200 llamadas y continuaba conteniendo la respiración mientras elegía los números, y hasta que oía la respuesta.
Y siempre se disculpaba.

En uno de esos fines de semana en que cogía el coche sin rumbo había ido a parar a un sitio conocido para él.
Aquí robó un libro hacía más de 2 años.
Aquí participó en una búsqueda que resultó también imposible.
Después de pasear durante toda la tarde se adentró en el centro urbano para tomar algo.
Manoseaba nervioso la llave en su pantalón. Aquí pasaron un largo verano.

No se mete entre las hierbas para buscar el escudo. Así está bien.
Si continuara caminando sin pensar llegaría también a su apartamento. Ella no se alejaría nunca del mar.
La recuerda nítidamente.
Es una locura después de tanto tiempo pero sabe que estaría allí.
Ante ese pensamiento giró la cabeza hacia su mujer, y detuvo la mirada en el centelleante bañador amarillo de su hijo. El sábado era su cumpleaños.
Se dirigió hacia el centro del pueblo.
Mientras ellos mantenían su particular lucha contra la gente y las olas a él le daría tiempo de elegir un regalo.

No perderá la fe. Sabe que aún contra toda lógica él estará al otro lado del teléfono.
Lo estuvo aquella primera vez, hacía años.
Cerró los ojos y tecleó al azar una vez más. Esperando una coincidencia más que imposible. Como ya las había creído y creado en su vida.
Pero ahora su inspiración tenía que ir mucho más allá.
Antes de descolgar su interlocutor los timbres llegaban a su oído como rompiendo contra el mar. Una pausa, una ola, una pausa.
-Dígame?
Alguien forcejea en la cerradura de la entrada.
Por un momento es él, vuelve para pasar otro par de días en su mundo propio. Que el destino les quiso juntos y no había de tener fin.
De repente puede ser un ladrón o algo peor. No sería la primera vez que roban en su apartamento.
Y entonces un pensamiento atraviesa como un relámpago su cabeza. Pierde un latido y se incorpora de un salto.
Espera si es él no podrá abrir! Cambió el paño de la cerradura después del atraco.
El ruido de la llave se hace más fuerte y ella se dirige hacia la puerta.
-Sí?
Lleva el auricular aún pegado a la oreja.
-Disculpe..
La cerradura deja de sonar.
-No, espere, no cuelgue por favor.
Ella está congelada en el pasillo. Reconoce esa voz. Un hombre joven y familiar.
-Usted llamó hace unos meses no es cierto? Memoricé su número..
Unos pasos ya se pierden por el jardín.
Era la voz que contestó a su primera llamada desesperada. Hacía meses.
Cuántas posibilidades habían de que repitiera ese número al azar?
-Continúa ahí? Responda por favor. Qué quiere?
-Quería algo imposible. Otra vez.”




lunes, 10 de diciembre de 2007

Cuentos de la Caja de Galletas


"Venía de las tierras más lejanas.

Había dedicado la mitad de su vida a oír y reunir historias sobre el lugar al que ahora arribaba, y la otra mitad a superar ese durísimo viaje de conocimiento.
Llegó agotado. El descomunal árbol y sus ramas habitadas por sabios se erguía al fin delante suyo.

En él se hallaban reunidas todas las ciencias, toda la filosofía, todo el conocimiento de la humanidad. La respuesta definitiva a las preguntas más insondables del cosmos.
Por fin podría encontrar un sentido al dolor de sus seres queridos, y un remedio. Inclusive el porqué de su mera existencia.

Trepó decidido sabiendo que se trataba de un camino sólo de ida. Nadie podía echarse atrás. El conocimiento te dejaba para siempre prendido de una rama.
Y él quería precisamente eso, fundirse con el saber. Ser uno con la solución a toda incertidumbre.

Consiguió sentarse en una de las enormes ramas. Justo en frente un sabio se incorporó en la suya y le miró sonriendo, entusiasmado. Proporcionándole una calurosa bienvenida.

- Presento mis respetos sabio. Vengo desde muy lejos para intentar comprender la vida.. Tengo tantas preguntas dentro que sé que puede satisfacer. Sobre el universo, el amor, el dolor..

El sabio, con gesto emocionado se inclinó hacia él todo lo que pudo.
Tenía los ojos brillantes, y dijo tembloroso por la excitación:

- Claro está, claro está. Y yo contestaré presto todas y cada una de tus angustiadas preguntas amigo mío pero antes dime, cuéntame..

Qué tal todo por ahí abajo?"


Cuentos de la Caja de Galletas


"Las historias son lo más difícil de empaquetar.

El método que se diseñó es sencillo y adecuado. Utilizar su eco otra vez. Una reverberación más.
La mayoría de ellas provenía de una larga tradición oral, y ahora regresaría a su estado primigenio de la misma manera.

Dicho estado consiste en la no-existencia. Ser una posibilidad esperando una droga, un sueño, la inspiración vespertina de un escritor para renacer de nuevo.
Es por esto mismo que las historias, así como la poesía y casi cualquier tipo de arte precisaban de un método específicamente artesano y falible para ser enraizadas de nuevo en la realidad.
Habían de seguir siendo posibles en el campo de las ideas. Nunca firmes. Siendo firmes y exactas morirían convertidas en ciencia.

Ningún artista está atado a su inspiración. La inspiración no es directamente programable como el genoma o el orden de sucesos. Eso desmantelaría su propia esencia.
La inspiración constituye la ventana a un plano paralelo y accesible, pero no evidente. Al igual que el amor, está sujeta en diferentes grados al puro azar.

Es por ello que todos, como carteros ajenos a nuestro verdadero cargamento, somos portadores de cada historia que existe.
Y las reconocemos tantas veces.
E incluso tal vez descubrimos con ilusión artística-prácticamente detectivesca-alguna de ellas.

La realidad está siendo guardada segundo a segundo y así de precisa será recreada. Pero depende tanto de este campo de latente posibilidad como de su propio e inamovible armazón para ser reproducida con fidelidad eterna.

De ahí que lo prosaico del método no haga más que adecuarlo a su fin. Así ha sido y será cada vez que todo empiece y acabe. En cada Tránsito.
Tanto es así que este método constituye de hecho el motivo primero del mismo:
Hubo una vez alguien que empezó contando la historia de una realidad. O quizá una realidad que fue relatada en forma de historia comenzando por un érase que se era."


Acabo, pliego la cuartilla que estaba leyendo en voz alta y levanto la mirada hacia el público dispuesto alrededor de la caja de galletas.
Todos lo han oído y entendido a su necesaria manera.

No podemos llevar nada con nosotros, así que ahora ya puedo tirar la cuartilla al fuego.
Esta historia permanecerá viva en la memoria de todos cuantos formamos el círculo. Y la reconoceremos.

Queda tanto por preparar. Vuelvo a abrir la caja de galletas y saco otro papel doblado.

También es un cuento corto. Se hace el silencio absoluto y comienzo a leer de nuevo.


miércoles, 5 de diciembre de 2007

La poesía

Es la poesía aquello que nos aleja tanto tanto de lo que somos
que nos permite finalmente encontrarnos y re-conocernos.

Es la poesía el único camino que nos permite encontrar
y dejar de añorar aquello que pretendemos y no alcanzamos.

Es la poesía un don que no se aprende, que no se domina,
es la poesía el don, el que me domina, el que nunca aprendí.

Y así, si la poesía te lo permite, podrás vivirla, y sentirla,
pero nunca entenderla hasta que no seas capaz de entenderte a tí mismo.

[En recuerdo del gran Raphael de la Ghetto (1912-1977) en el vigésimo aniversario de su fallecimiento]