Ramón tenía un colmado abocado a la bancarrota y era un tipo de buen corazón pero muy poco dado a las bromas. En el barrio nadie pasaba más tiempo en su tienda
“
Colmado Ramón” que Claudio, quien era el mejor amigo de Ramón, y que era muy dado a la guasa.
Una mañana de esas se le ocurrió:
- Oye Ramón, tú sabes cuál es el colmo de un colmado?
- …
- En serio, cuál es el colmo de un colmado?
- A ver Claudio, pues ya imagino. “El colmo de un colmado”. Muy bueno.
- No no, que aún hay más! Dime, Cuál imaginas que es?
- Que no lo sé.
- Pues “el colmo de un colmado es estar vacío”. Lo coges?
Y Ramón que era un tipo muy poco dado a las bromas a pesar de su natural bonachón lo cogió a él de las solapas y lo arrastró de malos modos fuera de la tienda.
Después volvió a su taburete resoplando del esfuerzo.
Pasó un tiempo hasta que Claudio se atrevió a pisar otra vez el negocio de su mejor amigo. Fue un día en que comprobó que Ramón había cambiado el rótulo de la entrada.
- Hola Ramón
- ...Hola Claudio.
- He visto que has cambiado el letrero.
- Claudio…
- Eh, no, en serio. Me gusta el nombre de “Ultramarinos Ramón”.
- Vale. Me alegro de que te guste.
- Pero no te pongas tan serio, que lo digo de verdad.
Tú sabes lo que significa “Ultramarinos”?
- …Claudio, pues no, no lo sé. Y a dónde quieres ir a parar?
Todo esto lo decía Ramón muy muy serio y con un creciente gesto de incomodidad.
- “Ultramarinos” amigo mío, significa que no tienes una tienda sin más, si no que vendes productos de “más allá del mar”!
Ramón miró hacia un punto indefinido y repitió lentamente.
- “Productos de más allá del mar.”
Y desde entonces Claudio no tuvo que pagar ni una lata de berberechos, ni una botella de sidra.
Y ambos envejecieron juntos a cada lado del mostrador.