La más terriblemente desoladora, visceral e imposible Historia de Amor

Lo de la foto es, paradójicamente, una patata.

Y sí, viene a cuento del cuento de San Valentín, ya que trata precisamente de las paradojas, las pelotas gordas y el mórbido humor divino.

Príapo -además de una estupenda onomatopeya para el hipo- es un dios romano caracterizado por sus grandes gónadas.

Se trataba de una figura relacionada con el sexo y la fertilidad, como no podía ser de otra manera dada la envergadura de su dura verga.

Su estatua se colocaba en los jardines para mantener alejada a la gente. Con un par.
Que efectivamente es como se entendía que los alejaba, amedrentándolos con aquellos monstruosos genitales.
Según los romanos Príapo era un Dios menor, pero con un gran sentido del humor, a juego con sus bolas.

De hecho su única tarea ineludible era proferir amenazas contra quien hollara su jardín, con la recachonda particularidad de ir éstas siempre relacionadas con su risible “condición”.

Vamos, que clavao literalmente en el verde pasara moza o mozo estaba condenado a vociferar hasta verlos huir máximas del tipo:
“No sé si irme de viaje, que tengo dos maletas y una sola asa” o “Anda y échame una mano, que se ha ido el que me las estaba inflando”.

Y bueno, que un día se enamoró de una romana que pasaba.