lunes, 10 de diciembre de 2007

Cuentos de la Caja de Galletas


"Las historias son lo más difícil de empaquetar.

El método que se diseñó es sencillo y adecuado. Utilizar su eco otra vez. Una reverberación más.
La mayoría de ellas provenía de una larga tradición oral, y ahora regresaría a su estado primigenio de la misma manera.

Dicho estado consiste en la no-existencia. Ser una posibilidad esperando una droga, un sueño, la inspiración vespertina de un escritor para renacer de nuevo.
Es por esto mismo que las historias, así como la poesía y casi cualquier tipo de arte precisaban de un método específicamente artesano y falible para ser enraizadas de nuevo en la realidad.
Habían de seguir siendo posibles en el campo de las ideas. Nunca firmes. Siendo firmes y exactas morirían convertidas en ciencia.

Ningún artista está atado a su inspiración. La inspiración no es directamente programable como el genoma o el orden de sucesos. Eso desmantelaría su propia esencia.
La inspiración constituye la ventana a un plano paralelo y accesible, pero no evidente. Al igual que el amor, está sujeta en diferentes grados al puro azar.

Es por ello que todos, como carteros ajenos a nuestro verdadero cargamento, somos portadores de cada historia que existe.
Y las reconocemos tantas veces.
E incluso tal vez descubrimos con ilusión artística-prácticamente detectivesca-alguna de ellas.

La realidad está siendo guardada segundo a segundo y así de precisa será recreada. Pero depende tanto de este campo de latente posibilidad como de su propio e inamovible armazón para ser reproducida con fidelidad eterna.

De ahí que lo prosaico del método no haga más que adecuarlo a su fin. Así ha sido y será cada vez que todo empiece y acabe. En cada Tránsito.
Tanto es así que este método constituye de hecho el motivo primero del mismo:
Hubo una vez alguien que empezó contando la historia de una realidad. O quizá una realidad que fue relatada en forma de historia comenzando por un érase que se era."


Acabo, pliego la cuartilla que estaba leyendo en voz alta y levanto la mirada hacia el público dispuesto alrededor de la caja de galletas.
Todos lo han oído y entendido a su necesaria manera.

No podemos llevar nada con nosotros, así que ahora ya puedo tirar la cuartilla al fuego.
Esta historia permanecerá viva en la memoria de todos cuantos formamos el círculo. Y la reconoceremos.

Queda tanto por preparar. Vuelvo a abrir la caja de galletas y saco otro papel doblado.

También es un cuento corto. Se hace el silencio absoluto y comienzo a leer de nuevo.


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